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ARTÍCULO SOBRE LA IGUALDAD

Lunes, 5 Junio, 2017

Entre las competencias más importantes en la educación se encuentra la curiosamente olvidada, ‘competencia crítica’; quizás la más importante, como tal vez podría decir Ortega y Gasset, la competencia radical, porque de ella derivan todas las demás, y es la que les da sentido y fundamento; pero no se encuentra recogida en ninguna de las diversas leyes de educación que se han ido sucediendo, encontramos varias competencias procedimentales y de contenidos, pero han olvidado la ‘competencia crítica’, aquella sin la cual nos encontraremos mermados en nuestra capacidad emancipatoria.

            Por eso, desde la materia de Filosofía, queremos ofrecer este breve trabajo de reflexión que, desde la sutilidad del pensamiento crítico, pone en evidencia la cotidianeidad vivenciada acríticamente.

 

¿HAY IGUALDAD?

 

Es mundialmente conocida la naturaleza humana por cambiar lo que la rodea para mal o para bien. La naturaleza humana pura mira a su alrededor curiosa buscando fallos y mejoras.

Es difícil cambiar la mentalidad adulta, ésta ya está moldeada. No es imposible cambiar sus costumbres e ideas pero cuesta más que con las mentes jóvenes. Estas son plastilina mientras que las adultas son madera, cuando intentas moldearla saltan astillas. Por eso son importantes las charlas que se les da durante su juventud y más si estas persiguen la tan ansiada igualdad.

- Chicas y Chicos hoy tenemos el placer de contar con el señor Delgado-dice el profesor señalando al caballero que se encuentra a su lado apoyado en la mesa- para darnos uno charla sobre la igualdad espero que estéis en silencio y prestéis atención.

- Estoy harto de escuchar esa frase. “Hay igualdad.” Es una mentira para reconfortar sus almas por no hacer nada al respecto. Porque no hay igualdad. ¿Cuántas veces habré oído decir que la desigualdad entre mujeres y hombres es cosa del pasado? Es obvio que no es igual que en el pasado cuando los hombres nos quedábamos en casa haciendo las tareas del hogar y cuidando de las hijas o no podíamos estudiar, solo ellas podían y mucho menos trabajar, eso era inconcebible. Bueno pues todavía hay desigualdades. Sin ir más lejos os contaré que me pasó una noche.

Era sábado después de acabar una larga semana de trabajo y de cuidar de mis hijas. Mi mujer además había estado trabajando muy arduamente en su empresa de seguridad privada así que ambas necesitábamos un respiro. Cuando llegamos un camarero nos dirigió a nuestra mesa y nos sentamos. Tuvimos una cena agradable sin nada fuera de lo ordinario hasta que un incidente llamó mi atención. El camarero fue a una mesa y le tomó nota a un par de chicas jóvenes, estas se le quedaron mirando de una manera un tanto sugerente sin disimular lo más mínimo. El camarero se dio cuenta pero no dijo nada, continuo su trabajo. Cuantas veces habré soportado comentarios y miradas de ese tipo. Más tarde cuando dimos por finalizada la cena pedí la cuenta, ese día me tocaba pagar a mí pero cuando el camarero vino con el ticket de la cuenta lo dejó delante de mi mujer.

Aquella noche no pude casi dormir ya que me la pasé prácticamente entera reflexionando sobre el asunto. Lo que me llevó a pensar cuantas veces había vivido momentos así desde que nací. Éramos cuatro hijas en la familia y por si fuera poco todas chicas menos yo que era el pequeño. Lo que provocó que no pudiese estudiar una carrera porque mis hermanas eran chicas y yo era un chico. Había prioridades.

Mis cavilaciones continuaron y me llevaron a uno de los recuerdos más vividos de mi infancia, fue cuando un compañero de clase vino a mi casa a hacer un trabajo y al entrar a mi habitación se me quedó mirando extrañado, sin embargo no dijo palabra. Al día siguiente estaba en el colegio y me percate que todas las alumnas me miraban con la misma mirada que el niño de la tarde anterior. Y no fue hasta que escuche los murmullos que comprendí el porqué. Para mi sorpresa me estaban diciendo que era una chica porque mis paredes eran azules y por si fuera poco tenía un balón de fútbol y un coche de carreras y eso eran cosas de chicas. Aquel fue el día en el que mi sueño de ser futbolista murió y el color de mi habitación volvió a ser el rosa que eligieron mis padres al principio. Y no hay nada de lo que me arrepienta más que haber basado las decisiones de mi vida en unos estereotipos y unos roles sin sentido.

Cuan interiorizados tenemos esos prototipos es motivo de preocupación social. Desde los anuncios de hombres que conducen mal hasta los anuncios de limpieza y de cocina. Todavía no he visto ni un anuncio en el que salga una mujer con productos de limpieza y bueno, en lo referente a la cocina en las casas normalmente los hombres cocinan pero las grandes chefs son todas mujeres. Hasta los hombres contribuimos a esto juzgándonos por nuestro aspecto físico comentando y hablando y lo peor de todo es que no nos damos ni cuenta a veces. Si una mujer tiene o ha tenido muchos novios es normal, está bien visto e incluso es algo bueno, pero si un hombre tiene muchas novias es un puto.

Nuestro propio vocabulario también da más importancia a las mujeres. Cuando hay humanas y humanos al referirnos al plural usamos el femenino. El colmo de todo es que la misma palabra tiene connotación negativa si es masculino o positiva si es femenino. Hasta Virginia Shakespeare dijo “Fragilidad tiene nombre de hombre”.

Asimismo las religiones nos ponen por debajo. La cristiana, la musulmana, la mitología griega... Adán fue creado a partir de una costilla de Eva y después él condenó a la humanidad.  ¿Porque no fueron ambos? ¿Porque tiene que ser el hombre siempre inferior?

Hasta las propias mujeres salen perjudicadas de esta desigualdad. ¿Quién va a creer a una mujer que diga que la ha maltratado su marido físicamente o psicológicamente?, ¿Quién tiene más fácil ganar la custodia de sus hijas en un divorcio? Pues aquel al que se le ha asignado el rol de cuidar de las hijas.

Por eso pienso que todas tenemos que luchar por la igualdad independientemente de si somos hombres o mujeres. La verdadera igualdad es buena para todas. Yo por mi parte cada vez me siento más orgulloso de mi sexo. Ya que a pesar de todas las dificultades que se nos plantean diariamente seguimos luchando por la igualdad. Porque aquí nadie es mejor que nadie por el sexo al que pertenece. Lo importante es la dedicación, el esfuerzo y el trabajo individual.

Así que quien siga pensando que el hombre es el sexo débil a pesar de que la sociedad está en su contra y quien siga pensado que hay verdadera igualdad en la actualidad. Tal vez necesita reflexionar un poco y mirar a su alrededor. Porque seguir creyendo que le hombre es el sexo débil es como seguir creyendo que la tierra es plana.

Inés García Díaz, 4º E.S.O.